Me he leído el libro de Alice Miller, “Salvar tu vida. La superación del maltrato en la infancia” de editorial Ensayo TusQuets (2009) y creo que es un libro muy útil e impactante que de una forma extensa expone cómo es de importante tener una relación amorosa con los niños de pequeños ya que por lo contrario este menor crece con una repercusión física y emocional.

¿Cuántas personas afirman que han recibido más de un cachete de pequeños y que no les ha marcado o traumatizado? Pero no son conscientes de que también están repitiendo este patrón con sus hijos.

Estamos en una sociedad que normaliza y “no se mete” en cómo las personas educan a sus hijos. Incluso he oído muchas veces que un buen cachete puede ayudar en la educación. Incluso se le llama “bofetada terapéutica” (como si de esta forma fuera más sana y permitida); pero también tienen una repercusión negativa los chillidos, el insulto, los castigos…. El cerebro del menor se construye en modo de “peligro”, de estrés. Crecen asumiendo que son torturados, castigados por su bien. Y es frecuente que todos los adultos que miran hacia su infancia justifiquen los castigos recibidos.

Como nadie acude en su defensa, ni saben que está en peligro ya que ocurre en la intimidad del hogar (y en la educación de un hijo parece que nadie se puede meter) y no sabe cómo defenderse, el menor aprende presentir el peligro. Su cerebro se programa pensando que la gente puede hacerte daño, que el mundo es peligroso.

Quiero transcribir algunos fragmentos del libro donde de una forma clara habla de esto:

“Según las estadísticas (Oliver Maurel, La Fessee La plage, 2001) más del noventa por ciento de las población mundial está convencida de que pegar a los niños es beneficioso para ellos. Como casi todos nosotros hemos sufrido las humillaciones que derivan de esa postura no somos conscientes de su crueldad…”. (p. 72)

No llegamos al mundo, como antes se pensaba, con un cerebro completamente desarrollado, sino que éste se desarrolla en los primeros años de nuestra vida. Lo que se le haga al niño durante este tiempo deja huellas que, a menudo, permanecen toda la vida, tanto en caso positivo como negativo. Nuestro cerebro contiene toda la memoria corporal y emocional, e incluso, la memoria mental de todo cuanto nos ha sucedido…”. (p. 73)

“Todos nacemos sin malas intenciones y con una necesidad fuerte, clara y sin ambivalencias de conservar nuestra vida, de poder amar y ser amados. Sin embargo, si un niño se encuentra con odio y con mentiras en lugar de con amor y con la verdad, si experimenta la violencia en lugar de cariño o protección, tendrá que gritar y enfurecerse para defenderse de la maldad y de la locura. Ésta sería su reacción sana y natural a los ataques destructivos de los adultos. Esta protesta salvaría su salud mental, su dignidad, su autoestima, su integridad, su conciencia y su responsabilidad.Pero un niño que ha experimentado la violencia, el desprecio y los abusos no puede defenderse. Todas las vías que la naturaleza ofrece para proteger la integridad humana le están vedadas, pues podría morir si protestase. (p. 91)

Estos niños de forma inconsciente repetirán estas conductas cuando sean adultos con sus propios hijos. La violencia se aprende en los primeros años de vida. Los niños no nacen “malos” sino que se “hacen “. Hitler, por ejemplo, fue un hijo fuera de matrimonio entre un comercial judío y la sirvienta. De pequeño recibió de su padre menosprecio, insultos, educación muy rígida, malos tratos. Y…. de mayor se vengó. Detrás de toda persona violenta hay una historia de un menor maltratado, humillado. De pequeños reciben la semilla de la violencia.

… Una terapia debería permitir el acceso a los propios sentimientos, debería darle voz al niño que fue atormentado y debería enseñar al adulto a comprender y escuchar su propio lenguaje…. Pero lo importante es que el terapeuta se ponga de parte de “ese niño que un día fue maltratado, mal cuidado”. A través de la comprensión emocional y de su historia de su vida variará la relación con él mismo y podrá enfrentarse de forma diferente, más racional y eficiente, con los problemas que le surjan. Y evitará repetir aquellos patrones que le hicieron sufrir tanto” (p. 114)

¿Por qué hay personas que “sobreviven “a su historia?

Muchas veces es porque existieron o existen personas que fueron cómplices del menor, que se posicionaron hacia él, que fueron testigos, que pudieron reconocer que éste estaba sufriendo.

Justo estos años determinan toda nuestra vida y sólo enfrentándonos a esta época podremos conseguir la llave para comprender nuestros ataques de pánico, nuestra presión arterial alta, nuestras úlceras, nuestro insomnio, nuestra rabia hacia un bebé que llora. Cuando comprendemos lo que sucedió en nuestra vida, también se reducen los síntomas poco a poco (…). Dándole la mano al niño que fuimos, comprendiéndole, reconociendo que sufrió, conseguiremos que se desarrolle en su alma una sensación emocional nueva que le permitirá ver que el mundo no está lleno de peligros. (pp.137-138)

A veces puede ser útil buscar a un terapeuta que pueda ayudarte a ser consciente de esto, de ayudar a ese niño que fue, que sufrió. Para conseguir librarse de la carga de la historia, para poder crear un futuro más sano y amoroso con los demás y con nosotros mismos.

En Dendros realizamos psicoterapia para trabajar trauma de apego o en la relación y también formación para psicólogos que quieran tener recursos para acompañar a personas a atravesar el trauma y cicatrizarlo.

Eva Aguilar – Psicóloga