Ene 30 2018
¿De qué sirve preocuparse?
Tanto la preocupación como la rumiación, forman parte de nuestro día a día. Nuestra cabeza salta incansable de un pensamiento a otro, como un mono inquieto salta de rama en rama en un árbol. De hecho, se calcula que a lo largo del día podemos llegar a tener unos 60.000 pensamientos. Buena parte de ellos tratan sobre nuestras preocupaciones cotidianas, las dificultades o los problemas que tenemos o podemos llegar a tener.
La preocupación parece ser un fenómeno habitual y en parte funcional que intenta acercarnos a encontrar y planificar soluciones a nuestros problemas. Aunque, a veces, empezamos a pensar de forma excesiva e incontrolable sobre nuestros problemas y otras, sobre hechos inexistentes. En estos casos, la persona consume gran parte de su energía y tiempo ocupándose de eventos que todavía no han tenido lugar, y por lo tanto, se puede ver afectada nuestra capacidad de concentración y goce del presente.
A menudo, quedamos atrapados en un sinfín de pensamientos circulares y que más que acercarnos a una solución nos alejan de ella, generándonos gran malestar e interfiriendo en nuestro funcionamiento cotidiano. Este tipo de preocupación más desadaptada y disfuncional, la podemos distinguir por ser más frecuente, duradera, desproporcionada, improductiva y angustiosa.
Aunque la preocupación, tal y como hemos visto puede ser disfuncional, también hay ocasiones en las que es un proceso deliberado y reflexivo. En estas ocasiones, puede ayudarnos a elaborar y comprender vivencias siendo un proceso fundamental en el cambio de creencias y esquemas mentales antes situaciones de cambio.
Es importante, poder ofrecer a la persona, en el contexto de un proceso terapéutico, de herramientas para poder gestionar estas preocupaciones a menudo intrusivas e incontrolables. Estas estrategias, estarán encaminadas a dotar a la persona de habilidades para poder realizar una adecuada regulación emocional, y por lo tanto, poder hacer un uso más consciente y adaptativo de la preocupación, encaminándola a la búsqueda de soluciones y no a la divagación.
Feb 6 2018
El peso de tus pensamientos.
Tal y como expliqué en el artículo anterior, tanto la preocupación como la rumiación forman parte de nuestro día a día. Son fenómenos habituales y en parte funcionales, ya que intentan acercarnos a encontrar y planificar soluciones a nuestros problemas. Aunque, a veces, empezamos a pensar de forma excesiva e incontrolable sobre nuestros problemas, en estos casos, la persona consume gran parte de su energía y tiempo.
Pero en realidad no es la preocupación en si lo que consume nuestra energía, si no engancharnos a ella. Dar vueltas y más vuelta a nuestras preocupaciones sin ser capaces de soltarlas es lo que me puede acabar llevando a un estado de ansiedad y angustia. Para ejemplificar esto último a continuación os dejo con el siguiente relato:
Una psicóloga daba vueltas por la sala mientras impartía una charla sobre cómo manejar el estrés. Cuando levantó un vaso con agua todos pensaron que iba a preguntar si el vaso estaba medio lleno o medio vacío, sin embargo, ella preguntó con una sonrisa: “¿Cuánto pesa este vaso con agua?”.
Las respuestas variaron entre 100 gramos y 500 gramos. Ella contestó: “El peso absoluto no tiene realmente ninguna importancia, depende simplemente de cuánto tiempo sostengo el vaso. Si lo sostengo durante un minuto no hay ningún problema. Si lo sostengo durante una hora me va a doler un poco un brazo. Si lo sostengo durante un día entero, entonces mi brazo se quedará entumecido y paralizado. En cada uno de esos casos, el peso del vaso no varía, pero cuanto más tiempo lo sostengamos, más pesado lo sentiremos”.
Ella continúa: “El estrés y la preocupación son como este vaso de agua. Si pensamos en lo que nos preocupa un rato, no pasa nada, si pensamos en eso un poco más, comenzará a hacernos daño. Si pensamos en eso todos los días, nos sentiremos paralizados, incapaces de hacer nada. Es importante tener en cuenta que caer en eso es lo que te estresa, así que, tan pronto como puedas, suelta toda esa carga. No continúes esa espiral de pensamientos ni te los lleves a casa o a la cama. ¡Recuerda soltar el vaso de agua!”.
En conclusión, no podemos eliminar, bloquear, ni evitar continuamente nuestras preocupaciones, pero debemos aprender a poder soltar el vaso en algún momento. Es conveniente poder darnos un espacio en el que podamos estar presentes en el aquí y ahora, y no perdidas en una maraña de preocupaciones sin fin.
By Magda Del Pilar • Terapia Individual • Tags: #preocupacion, rumiación