Un ataque de pánico es de esas vivencias que asusta mucho a la persona que lo experimenta, especialmente la primera vez, por lo desconcertante y desbordante que puede llegar a ser. Se trata de una respuesta fisiológica a la emoción del miedo con un alto grado de intensidad.
¿Cómo podemos distinguirlo?
Se caracteriza por la aparición súbita de sensación de miedo o malestar intensos que alcanzan su máximo en cuestión de minutos y vienen acompañados de síntomas físicos y/o cognitivos. Puede ser esperado, como una respuesta a algo que sabemos claramente que nos “da miedo”, como, por ejemplo: hablar en público, estar en lugares cerrados, encontrarnos a una alta altura… o puede presentarse sin razón “aparente”, y de forma inesperada, desde un estado previo de calma, como respuesta a la acumulación de una tensión o estrés no gestionado previamente.
De acuerdo al manual DSM-V, durante el ataque de pánico se presentarán 4 o más de estos 13 síntomas:
palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca
sudoración
temblor o sacudidas
sensación de dificultad para respirar o de asfixia
sensación de ahogo
dolor o molestias en el tórax
náuseas o malestar abdominal
sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo
escalofríos o sensación de calor
sensación de hormigueo
desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo)
miedo a perder el control o a “volverse loco”
miedo a morir
Entendemos el ataque de pánico como un aumento brusco del malestar que puede regresar a un estado de ansiedad previo o hacia la calma. Es interesante reconocer y entender este funcionamiento de curva tipo campana en las sensaciones experimentadas: van a subir, pero sabemos positivamente que van a bajar.
¿Cómo manejarlo?
Si sufrimos o hemos sufrido un episodio de este tipo de crisis, es bueno y necesario que podamos trabajarlo junto con un psicoterapeuta que nos pueda acompañar para entender el origen y razón de ser del ataque, así como conocer herramientas para poder gestionarlo sin sentirnos desbordados por él.
Una de las técnicas fundamentales que usamos en psicoterapia es el uso de la respiración, dado que en los momentos en los que estamos experimentando ansiedad solemos respirar de forma rápida y superficial. Cuando prestamos atención a la entrada y salida de aire, alargando de forma consciente, y sin dar un significado al resto de sensaciones corporales que estamos experimentando, nuestro ritmo cardíaco disminuye y nos acercamos lentamente a la sensación de control y calma.
Se trata de ejercicios que requieren acompañamiento, práctica y paciencia. Una parte importante de la ansiedad se presenta como respuesta a intentar evitarla, por lo tanto, el primer paso es no luchar contra los síntomas y poner nuestro foco de atención en otro lugar, como, por ejemplo: la respiración.
Por último, es importante no olvidar que un ataque de pánico es una respuesta de nuestro organismo a algo que requiere atención en nuestras vidas. Aceptemos el mensaje como una oportunidad para cambiarlo.
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