A estas alturas del mes de febrero igual ya se han debilitado algunos de los propósitos que te habías marcado al empezar el año.

No pasa nada, no te sientas mal por ello.

Según un estudio de la Universidad de Scranton, solo el 8% de las personas que hicieron propósitos de Año Nuevo pudieron cumplir sus objetivos. El simple hecho de cambiar de año no es un refuerzo suficiente.Está bien que aprovechemos ese ímpetu inicial para forjar un nuevo hábito pero si no lo convertimos en un hábito firme se irá debilitando poco a poco.

Primero deberíamos pensar si ese propósito es el mismo de cada año y si realmente está en el lado del QUIERO o del DEBO.

Cuando empezamos a realizar una conducta, la zona del cerebro encargada principalmente es el córtex prefrontal, el que hace planes, toma decisiones, mientras que conforme la repetimos, la zona que se activará con mayor frecuencia serán los ganglios basales, que actúan de forma más automática. Tienen una relación con la consolidación de los hábitos, pasando de un mayor a un menor esfuerzo si nos mantenemos constantes y con repeticiones.

 


Hay cuatro factores que componen un hábito: disparador (lo que activa el hábito), rutina (la acción en si), recompensa (estímulo positivo tras hacer la acción) y deseo (las ganas de volver a tener recompensa).


El problema surge cuando nuestros hábitos no son saludables, hemos creado con la mente unas autopistas rápidas que a veces no resulta fácil salir de ellas. En definitiva, somos esclavos de esos hábitos.

Para ello hemos de crear un nuevo camino alternativo; al principio todo son piedras y matorrales y automáticamente volveríamos a la autopista. Pero hemos de hacer un esfuerzo para generar un nuevo hábito saludable y mantenernos en ese camino. Ahora ceremos cómo:

Ese ESFUERZO es el primer paso. Si el camino nuevo es costoso, con todas esas piedras, nuestra mente, a la que le cuesta cambiar hábitos se rebelará y hará todo lo posible para sabotear esta nueva iniciativa. Así que se lo hemos de poner lo más fácil posible, con objetivos realistas y escalonados.

El segundo paso es la MOTIVACIÓN; hemos de pensar cual es el verdadero motor de ese hábito. Si la motivación es intrínseca (o sea que surge del interior) y su recompensa está asociada al crecimiento personal, a nuestros valores y al placer recibido, será más sólida que cuando la recompensa es externa, como dinero, halagos, o porque me lo dice mi pareja, en ese caso hablamos de motivación extrínseca. La motivación intrínseca está asociada a un sentido de elección y autonomía. YO DECIDO, YO QUIERO y lo hago desde mi centro y mi consciencia siguiendo mis valores.


Así que te invito a reflexionar: ¿De dónde surge el deseo de cambiar tus hábitos?

Además tendremos en cuenta un tercer paso que sería discriminar si ese hábito está relacionado con un VALOR o con un OBJETIVO. Por ejemplo, quiero hacer deporte porque tengo el objetivo de adelgazar o quiero que mi estilo de vida sea ese.

Si lo hacemos por el estilo de vida, disfrutamos del proceso y lo hacemos desde el presente, el aquí y el ahora. En cambio si lo hacemos por un objetivo sin tener clara la motivación intrínseca, la mente se irá al futuro y eso nos impedirá disfrutar del proceso, del momento presente, así no obtendremos la recompensa, ese momento de placer que nos lleva a repetir la acción.

Con toda esta información ahora toca reflexionar para iniciar un nuevo hábito con sentido y significado para ti. Además para ello es importante cultivar la paciencia, amabilidad y compasión contigo.

 

Autora: Vanesa Fernández

Psicóloga