La especie humana necesita contacto, afecto e intimidad, a partir de ahí cada cultura y sociedad ha desarrollado diferentes sistemas de organización de las relaciones sexoafectivas. La monogamia es una de ellas, pero solo es una opción más en un mar de posibilidades de desarrollo de tales relaciones.

En nuestra cultura, el modelo relacional monógamo, en todas sus expresiones parece ser el modelo más frecuente, aunque cada vez más personas deciden llevar a cabo diferentes formas de relacionarse.

Podemos definir las relaciones no monógamas como:

«Todas aquellas relaciones que permiten la interacción sexual, emocional o romántica más allá de las relaciones diádicas exclusivas y excluyentes».

Dentro de las relaciones no monógamas caben tantas variantes como relaciones existan, pues una de las características principales y comunes a lo largo de estas relaciones es la presencia de un compromiso que especifique los acuerdos para que la relación funcione, y todas las personas componentes de ésta sean respetadas, informadas y participen del acuerdo. Este acuerdo puede ser revisado a lo largo de tiempo, ya que las circunstancias y situaciones personales también puede cambiar.

Habitualmente, la transición de una relación monógama a una no monógama puede conllevar dificultades y la aparición de emociones como celos e inseguridad, es importante en estos casos poder tener un buen nivel de comunicación con la pareja, y si se requiere, buscar acompañamiento profesional.

 

Magda Del Pilar

Psicóloga