Hoy os queremos hablar sobre un tema muy recurrente en terapia: superar una infidelidad en la pareja.

La infidelidad es una de las crisis más difíciles por las que puede atravesar una relación de pareja. Aunque el hecho en sí duela, el dolor más profundo se produce por el quebrantamiento de la confianza en el seno de la relación, que es uno de sus pilares fundamentales. Las características de la infidelidad, el tiempo de relación o la situación vital de los miembros de la pareja son indicadores a tener en cuenta en el daño percibido, pero lo más nuclear suele ser una sensación profunda de traición por parte de alguien en quien se confiaba y a quien se le había “abierto el corazón”.

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La propia definición de lo que constituye o no una infidelidad depende del contrato (muchas veces implícito, es decir, que no se ha hablado explícitamente) de los términos de la relación.Por motivos de espacio nos ceñiremos en este post en concreto a la experiencia de la infidelidad como transgresión del código de exclusividad afectivosexual propio de una relación monógama.

 

 

EL PRIMER IMPACTO

El primer impacto trae consigo mucha confusión, rabia, frustración. Es posible que la persona que sufre la infidelidad tenga sentimientos encontrados y oscile entre la rabia por la injusticia percibida, tristeza por la pérdida de la relación de confianza tal y como la conocían y miedo a perder a la pareja por la que todavía se tienen sentimientos. Por su lado, la persona que ha cometido la infidelidad puede acarrear una gran culpa y tristeza. Es importante poder elaborar esos sentimientos y darnos permiso para transitarlos y expresarlos para poder procesar la experiencia y darle un significado, pero no utilizándolos como arma de arrojo, sino para poder comprender la experiencia única que este hecho supone para nosotros en este momento de nuestra vida.

A veces, se tiende a minimizar los sentimientos en un intento de superarlo “rápidamente”, de algún modo hacer borrón y cuenta nueva y olvidar lo sucedido para recuperar la relación. Sin embargo, negar o reprimir nuestras emociones no las elimina, sino que las aprisiona en nuestro interior, de donde pueden emerger en cualquier momento como un volcán en erupción o, en el peor de los casos, enquistarse en nuestro interior.

Otras veces lo que ocurre es que la rabia incontrolada lleva a castigar al otro, a movilizar su ansiedad, esperando tal vez que la deuda sea saldada con un daño equiparable al que se sufrió. Pero no es una deuda que se salde con el dolor del otro. Sólo nosotros mismos tenemos el poder de decisión sobre las facturas pendientes que albergamos en nuestro interior.

SUPERAR UNA INFIDELIDAD

El único camino para superar una infidelidad es transitar y comprender el dolor de la experiencia y elaborar el significado lo que ha supuesto para nosotros, nuestra relación con nosotros mismos, los demás y el mundo.

Si se decide permanecer en la relación hay que generar, paralelamente a ese camino individual, espacios en la pareja para que ese dolor pueda ser expresado, desarrollado y compartido. Ante el campo devastado y árido que puede sucederse después de una infidelidad, un encuentro en que ambos puedan expresarse y escuchar con curiosidad, compasión y empatía el dolor del otro supone un pequeño brote verde que lucha por emerger de las grietas de ese terreno que se nos antoja impracticable.

Existen aspectos de la elaboración de la experiencia que son más susceptibles de ser trabajados en terapia individual ya que es una experiencia que puede remover heridas relacionales más profundas en nuestra historia.

Cuando se decide permanecer en la pareja, un proceso terapéutico de pareja es aconsejable para poder orientarse a sanar las heridas en el seno de la relación.

LA CORRESPONSABILIDAD

En una pareja ambos somos corresponsables de las dinámicas de funcionamiento que establecemos y de los aspectos que acontecen en el seno de una relación con tanta carga emocional. Este aspecto es relevante en el proceso de superar una infidelidad, pues nos llevará a analizar conjuntamente el contexto en el que ha aparecido la crisis y poder dar un significado a esta para poder comprender y aprender de ello, además de ser una oportunidad para revisar aquellos aspectos disfuncionales de nuestra relación anterior a la infidelidad.

PERDÓN

Tras expresar y elaborar nuestros sentimientos y haber construido un significado sobre la situación llegamos al punto de la decisión sobre si perdonar o no y muchas ideas preconcebidas sobre lo que supone perdonar pueden suponer una barrera en el proceso.

Perdonar no significa que no nos importe el daño que nos han hecho ni que eximamos al otro de la responsabilidad de sus acciones. Perdonar es renunciar a la deuda creada, restableciendo la equidad.

El perdón NO es sinónimo de olvido. El olvido no es algo que se pueda generar intencionadamente de forma directa. Cada vez que pienso que quiero olvidar algo y me quedo rumiando sobre ello, paradójicamente estoy reforzando su recuerdo. Los pensamientos pueden venir a nuestra mente pero podemos elegir si sumergirnos en ellos o dejarlos marchar. Así, el comprometernos con el perdón, con la elección de liberarnos del resentimiento significa deliberada y conscientemente dejar marchar los pensamientos rumiativos y ser conscientes de que aunque los pensamientos o recuerdos aparezcan no somos sus esclavos y podemos elegir dejarlos marchar y recordarnos que la energía que invertiríamos en eso la queremos invertir en nuestro bienestar y auto-cuidado.

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El perdón es una decisión consciente y deliberada de liberación de uno mismo. A priori nos puede parecer que sólo tiene beneficios para la persona perdonada, que de algún modoabsuelta de su “pecado” pero la realidad es que el perdón nos permite a nosotros mismos liberarnos del resentimiento, el rencor, los deseos de venganza y un sinfín de reacciones emocionales que nos perjudican y que lejos de ayudarnos nos paralizan e invaden un espacio mental que podríamos estar invirtiendo en nuestro propio desarrollo y bienestar.

PERDÓN NO ES SINÓNIMO DE RECONCILIACIÓN

Perdonar tampoco significa reconciliarse. Es posible que logremos romper las facturas pendientes y rehusemos al pago de la deuda, pero que después de andar el camino de autoconocimiento, significado y decisión que supone el camino del perdón, decidamos que no queremos retomar la relación. Así, aunque el perdón es necesario para la reconciliación, no es suficiente para ella.

En los casos en los que la pareja decide embarcarse en el proceso de reconciliación, la experiencia puede ser una oportunidad de reorganizar aspectos de la relación anterior y poder construir un vínculo más saludable y reforzado. No es fácil, y supondrá un esfuerzo consciente e intencionado por parte de los miembros de la pareja por integrar lo sucedido en la historia de su relación sin negarlo pero también sin volver a ello constantemente e ir poco a poco reconstruyendo la confianza.

 

Y vosotr@s, ¿perdonaríais una infidelidad? ¡Nos encantará leer vuestros comentarios!

 

Autora: Mariona Xaubet

Psicóloga –